martes, 4 de junio de 2013

Silencio Administrativo I



No cabe la menor duda de que llamar Silencio administrativo a un post lleno de palabras (ruidos, en su concepción más superficial) es irónico. Es tan evidente que explicarlo hace que pierda toda su gracia. Por lo que antes de terminar este párrafo debería pedir perdón por haberlo comenzado.

Pero la ironía del silencio administrativo es más profunda. Es tan cruel, que en el fondo no tiene ninguna gracia. Cualquier funcionario u opositor –no tanto el ciudadano de a pie, que es el principal afectado– sabe que la propia definición que la ley da al silencio de la administración es un chiste macabro redactado por juristas en una tarde de borrachera en la que se apostaron a ver quién hacía la pirueta legal más cabrona.

El Derecho administrativo es claro… Bueno, perdón. Ningún Derecho, y el Administrativo menos todavía, es claro. Pero por algún motivo que ignoro, se utiliza la expresión de que “el Derecho es claro” cada vez que alguien se pone a explicar lo que dice ese Derecho. Y he aquí otra contradicción: si el Derecho fuese claro no necesitaría de explicación ninguna. Sin embargo ha elegido ser ostentoso y enrevesado en su exposición y ello ha creado la necesidad de tener desde catedráticos de Derecho hasta abogados, pasando por literatos advenedizos que se divierten en hacer bromas fáciles con las esencias del Derecho.

Sea como fuere y a mayor abundamiento, “el Derecho Administrativo es claro”: toda vez que un ciudadano o ciudadana solicite abrir un procedimiento (expedientes, recursos, tramitaciones varias, escritos diversos, actuaciones legales, recetas, ritos u otros formalismos exigidos para pedir algo a la Administración) y la Administración dé la callada por respuesta a tal procedimiento, los interesados e interesadas en el mismo pueden entender que sus pretensiones son estimadas por la Administración “en todos los casos”.

La primera vez que cualquiera lee esto, se siente inundado por la alegría, experimenta una suerte de manto protector cálido y amoroso sobre sus hombros, reniega de todas esas otras veces que no pensó estar protegido por la ley, deplora haber sido tan injusto con la Administración Pública y sus responsables y acaso enjuga una lágrima de sus ojos exánimes… Los funcionarios, según esto, son y serán siempre una pandilla de vagos irredentos. TIENEN que serlo. Cuando el ciudadano o ciudadana lee por primera vez acerca del silencio administrativo, ve el sentido de tamaña indolencia laboral, lo siente como una obligación del oficinista tramitador de escritos para que la justicia no cese, para que el amparo legal sea ese abrigo cariñoso que siempre habían ansiado. La primera vez que cualquiera lee esto vive en un mundo de ilusión y fantasía que hace palidecer a cualquier utopía revolucionaria, hippie, paradisíaca o anarco-tradicionalista. Hasta que sigue leyendo.

Porque el silencio administrativo estima las pretensiones “en todos los casos” salvo… que una ley no lo permita, que el recurrente esté ejercitando su derecho de petición, que se requiera el traspaso de “facultades relativas al dominio público” o que se solicite la impugnación de otros actos de la propia Administración… No nos engañemos, el silencio administrativo es estimatorio en todos los casos, salvo en todos los casos. En esa tarde de borrachera, la carcajada de los juristas debío de ser estruendosa.

Claro, terminada la lectura completa del articulado de la ley en torno al silencio administrativo, los funcionarios y su pereza vuelven a ser los culpables y la Administración una máquina tan injusta como insondable.

Silencio administrativo es, pues, el mejor nombre para una serie de posts dedicados a las mejores esencias de los trabajadores a sueldo de las grandes empresas en general y de los funcionarios muy en particular. Una ironía que define a otra.

2 comentarios:

Madreconcarné dijo...

Confiésalo: sigue habiendo un pequeño anarcosindicalista dentro de tí pugnando por salir...

anarcotradicionalista dijo...

No, no, si salir salió... tanto salió que no le dejaron volver a entrar y se tuvo que buscar su propio blog.